Trabajar manualmente es trabajar colectivamente
4 stars
Frente a los defensores de la plutocracia libremente expresada (idealizada e idolatrada por Ayn Rand en su “La rebelión de Atlas” de 1957, donde el gobierno de los EE.UU. se enfrenta a un lock out de los empresarios por lo que consideran un gobierno demasiado intervencionista), Richard Sennett representa la sociología de lo común. Desarrolló una obra fundamental para comprender la deriva de la sociedad moderna y de su modelo productivo. Inicialmente, en “El declive del hombre público” (1977), analizó la influencia de los movimientos contraculturales de los años 1960, señalando cómo la exaltación del individualismo, de lo privado frente a lo público, contribuía a un narcisismo social que derivaría en las actuales disfuncionalidades sociales que vemos, por ejemplo, en la sociedad estadounidense. Posteriormente, Sennett profundizó en las transformaciones de la cultura capitalista a través de una trilogía crucial: “La corrosión del carácter” (1998), donde explora cómo las nuevas formas …
Frente a los defensores de la plutocracia libremente expresada (idealizada e idolatrada por Ayn Rand en su “La rebelión de Atlas” de 1957, donde el gobierno de los EE.UU. se enfrenta a un lock out de los empresarios por lo que consideran un gobierno demasiado intervencionista), Richard Sennett representa la sociología de lo común. Desarrolló una obra fundamental para comprender la deriva de la sociedad moderna y de su modelo productivo. Inicialmente, en “El declive del hombre público” (1977), analizó la influencia de los movimientos contraculturales de los años 1960, señalando cómo la exaltación del individualismo, de lo privado frente a lo público, contribuía a un narcisismo social que derivaría en las actuales disfuncionalidades sociales que vemos, por ejemplo, en la sociedad estadounidense. Posteriormente, Sennett profundizó en las transformaciones de la cultura capitalista a través de una trilogía crucial: “La corrosión del carácter” (1998), donde explora cómo las nuevas formas de “gestión” del capitalismo (la precariedad, el cambio constante y la incertidumbre vital) erosionan el carácter de las personas trabajadoras, cambiando la propia estructura del carácter de estas (inicialmente basado en la lealtad, el compromiso, la solidez) hacia unos supuestos valores (flexibilidad, fluidez, novedad) que acaban produciendo angustia e inestabilidad interna en los trabajadores; “El respeto” (2003), donde examina cómo la desigualdad socava el respeto social y cómo las sociedades dejaran atrás conceptos como el de meritocracia, para ensalzar los de plutocracia y nepotismo; y “La cultura del nuevo capitalismo” (2006), donde analiza cómo la burocracia y la propia cultura configuran una nueva forma de capitalismo y donde los sindicatos tiene una especial oportunidad de resurgir como formas de protección social,como medios donde se pueda promocionar el empleo compartido y la implementación de una renta básica.
En “El Artesano” Sennett empieza un nuevo proyecto de indagación sociológica y filosófica. Es el primero de tres ensayos en los que aborda la cultura material y deja atrás el tema de los valores, las actitudes y las conductas políticas. Junto con los otros dos ensayos son “Guerreros y Sacerdotes” y “El extranjero”, buscar pintar un fresco de lo mundano, de la realidad empírica cualitativa de nuestras sociedades. Acercándose a la sociología desde el pragmatismo, es decir, desde la presunción de que el conocimiento (científico o filosófico) debe ser útil para la vida del ser humano (y por tanto, las hipótesis deben plantearse teniendo en cuenta este posicionamiento ontológico), llega a puntos similares donde otros autores llegaron desde otras tradiciones intelectuales: Michael Foucault llamó al estudio de lo que ocurre en el día a día de lo humano “ontología del presente”. Uno de los objetivos laterales de los ensayos es cerrar la eterna disputa entre ciencia y filosofía.
En este ensayo se elogia el trabajo manual en su más amplio sentido. Partiendo de una definición estricta e histórica de artesanía, el sentido del término se va ampliando hasta recoger el trabajo domestico, la crianza, el trabajo social, la escritura y un largo etcétera. El punto común a todas estas labores es quien las realiza y cómo las realiza: las personas buscan hacer las tareas lo mejor que pueden, tienen un impulso ético que les mueve a perfeccionarse en la ejecución de las mismas. De la mano de sus filósofos pragmáticos por excelencia (James, Pierce, Dewey o Richard Rorty) se alía con la experiencia cotidiana como forma de superar el relativismo epistemológico de una parte de las ciencias sociales, sin caer tampoco en el dogmatismo eclesiástico de otros tradiciones. Al menos esa es su intención. La artesanía, para Sennett, se basa en la habilidad, en el juicio y en el compromiso. Genera una disciplina que cristaliza en el hábito y el saber hacer. Continua reivindicando la lealtad, la disciplina y la autoridad como valores ilustrados y para nada reaccionarios. De hecho considera las valores asociados al romanticismo (el otro conjunto de valores que batallan en el seno de la modernidad) como reaccionarios y desconfía de ellos. Por ejemplo, no utiliza el término creatividad por asociarlo al romanticismo. Es, así, un crítico de la modernidad líquida de Zygmunt Bauman. Además, hay dos detalles del ensayo que merecen remarcarse. El primero de ellos es la defensa que realiza Sennett de la cooperación en contra del individualismo competitivo, al que desmonta como uno de los mitos que nuestra sociedad ensalza como fórmula del éxito:
“En un taller en el que dominan la individualidad y la originalidad del maestro, es probable que también domine el conocimiento tácito. Tras la muerte del maestro, seguramente resulta imposible reconstruir todas las pistas, movimientos y conocimientos intuitivos reunidos en la totalidad de su obra; no hay ya manera de pedirle que haga explícito lo tácito”.
Esto habría ocurrido en el caso del taller de Antonio Stradivarius. Y bajo el ejemplo de los enciclopedistas, afirma: “por un camino muy diferente al de la celebración renacentista del genio artístico, el artesano de la Ilustración podía celebrar y a la vez lograr la individualidad. Pero para seguir este camino, el buen artesano tenía que adoptar la advertencia de Voltaire; tenía que aceptar su propia imperfección.
El segundo detalle que no pasa desapercibido en el ensayo es el sólido e inquebrantable apoyo a la idea de que la habilidad y la capacidad es algo común a todos los seres humanos. Sennett combate incansablemente la ideología de la predestinación y del determinismo genético y apuesta por el desarrollo de las capacidades de todos los humanos y la competencia para gobernarse a sí mismo y participar en el gobierno de la sociedad en la que vivimos (apoyando las necesidades de las teorías de la democracia radical de Jaques Rancière o Cornelius Castoriadis. La habilidad manual no vendría específicamente determinada por la genética, sinó por la motivación y el aprendizaje y por la estimulación a edades tempranas. A Sennett le parece que la figura mitológica de Hefeso representa la metáfora perfecta que destilaría la esencia de su tesis: cojo, Hefeso se esfuerza en su trabajo manual sabiendo que el no es perfecto debido a sus defectos de nacimiento, pero sintiéndose orgulloso de su trabajo manual, que nada tiene que envidiar al de cualquier otro humano. Esta idea parece especialmente sugerente: los últimos trabajos empíricos parecen demostrar que la escritura manual y la lectura en soporte físico permiten un aprendizaje significativo mayor que la escritura y la lectura en soportes digitales. Lo manual, lo físico, y el trabajo con constancia parecen dar sus frutos, mientras que la obsesión por una excelencia, en este caso sobre un soporte digital, elimina la adquisición de ciertas habilidades que sí parece proporcionar el trabajo manual.
Al final quedan claramente contrapuestas dos éticas de trabajo: la de Antonio Stradivarius, el cual con su personalismo y secretismo alcanzó la perfección (pero todos la perdimos tras su muerte porque no quiso compartirla) y la de los enciclopedistas, cuyo principal objetivo era compartir el conocimiento práctico que a humanidad había adquirido hasta el momento. Es un ensayo que se lee del tirón y que es extremadamente sugerente y deja negro sobre blanco cual de las dos éticas permite un mundo más justo.